sábado, 10 de octubre de 2009

Para decirte adiós...

Si, ya se lo que me van a decir queridos lectores (si es que en este inmenso mar virtual, todavía me queda uno): a nosotros que nos importa.

Sé perfectamente bien que no le importa a nadie, pero para mi fue algo más que trascendental. Mi pequeña mascota murió y después de los días en esta ajetreosa vida he podido superarlo. Su existencia fue corta, pero los momentos a su lado fueron divertidos, especiales e inolvidables

Todavía recuerdo cómo lo encontré, tras de una vitrina y dormilón como siempre, la vendedora lo saco de su pequeña guarida, y enfurruñado chilló y enseño los dientes. Parecía que había estado ahí esperandome únicamente a mi. La cosa más tierna, pensé.

Llegó a casa entre mis manos. Mamá y papá me dijeron que no lo querían en la casa, mi sobrino gritó y la primera reacción de mis hermanas fue decir ¡que asco! Pobrecillo y pensar que con el tiempo, sus gracias les fueron robando el corazón hasta hacerse parte importante de nuestras vidas.

No era raro que cuando yo llegaba de la escuela mi papá lo tenía entre sus manos o jugando en el sillón, amá lo sacaa a asolear y le daba una que otra semilla. Lo más curioso era verlo olfatear las cosas o correr en su pelota de plastico. ¡Que cursi soy!

Pasaron los días y los meses, en mi rutina insoportable, los ratos que me quedaban por las noches eran para él jugueteando entre mis manos, comiendo pan y devorando nueces y cacachuates. Es increible la manera en que los seres humanos pueden encariñarse con un ser tan pequeñito. ¿Cómo creer que podemos lograr una comunicacón con ellos? No lo sé, pero me queda claro que con el hable de mis frustraciones y cansancios, de mis deseos y esperanzas.

Intrepido, trato demasiadas veces deescapar de su casa, inclusive desarrollo toda una técnica para trepar las paredes de su pecera. y así transcurrió su vida, regalandonos sonrisas con su manera graciosa de correr.

Pero la felicidad y la vida son tan fugaces. Un día llegué a casa y me di cuenta de que Rito (como mi novio me sugirió llamarlo, pues su otro nombre era Sebastián) había engordado, ya no caminaba tan rápido como antes y dejó de trepar. Lo saque con cuidado de su casa y recorrió contento el sillón. Cansado se quedó quieto y lo devolví a su cálida casa.

Esa noche soñé que lo tenía entre mis manos, me miraba con sus ojillos negros, y saltaba hacia el sillón, yo le estaba platicando no sé que cosa sobre la escuela, mientras le daba de comer una almendra (de sus favoritas) y de repente ¡puf! desperté por que tenía clase.

Días después, por la mañana, mi mamá me dijo que lo sacara para darle de comer. Cuando iba a eso, ella se adelanto y al sacarlo nos dimos cuenta que agonizaba, al verlo supe que se iría y depués de un intento vano por hacer que se recuperará, se fue a donde quiera que los hamsters vayan cuando mueren.

El llanto fue generalizado cuando la noticia se extendió, yo no puede dejar de llorar y el dolor me acompañó po bastante tiempo. Se que muhos se burlaron de mi, no me importa, no cuando un pequeño ratón me enseño lo que de verdad es extrañar algo, desear que el tiempo regrese y quedarte impotente.

Ahora lo recuerdo con más cariño que tristeza y se qe no me voy a olvidar de él, aunque pase mucho tiempo.




Rito Sebastián

(abril-septiembre 2009)
 

1 comentario:

  1. Me sacaste más de un suspiro... mi hamster de la niñez: Jerry, un méndigo roedor comequeso que, muy similar a tu querido Rito, también murió a su INDEBIDO tiempo.

    Criar mascotas humaniza, hace más humano al humano, en tanto que lo hace sensible ante las demás formas de vida...(cacho de la última entrada de mi blog). Entonces estimada Alma, déjame decirte que tú ya te has vuelto más humana con esta experiencia... ojalá muchos aprendieran de esa sensibilización.
    Saludos!!!!

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